lunes, 13 de febrero de 2012

Cada sonrisa cuenta.

No sé si estás ahí, tras ese inmenso cielo. No sé si estás bien a kilómetros de aquí. No sé siquiera si mi corazón, desesperado, ha decidido inventarte, a ti, el ser perfecto, inhumano.
Pero de alguna manera, sé que existes. Tus palabras, tus abrazos, tu risa, tu mirada... Y entonces, ¿por qué todo me parece un continuo sueño del que, creo, me estoy despertando? Porque si lo es, prefiero soñar durante toda mi vida, a perderte por vivir un sueño.
No hay palabras que describan enteramente lo que siento. Porque es a cada segundo, cada minuto, cada hora del día, que anhelo estar contigo, allí, a tu lado, lejos de los prejuicios, de los obstáculos. Cerca de ti, de mí, de un nosotros y del mar. Cerca de la eternidad, del infinito, de lo imposible. Porque haces que el prefijo im- desaparezca. Haces que la palabra odio se borre del diccionario. Haces que cada amanecer, cada anochecer a tu lado, y cada estrella del firmamento sean únicos, irrepetibles, inolvidables. Perfectos. Haces que, sin ser consciente de ello, hable con el corazón. Haces que cada sonrisa cuente.
Y por todo ello, déjame soñarte como jamás nadie en su sano juicio lo hará, déjame retratarte como la estrella más brillante del universo, déjame escribirte los versos más espeluznantemente bonitos del mundo. Déjame amarte incondicionalmente, y mi corazón será tuyo para siempre.

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