viernes, 8 de junio de 2012

Amargos recuerdos.

Un día de principios de Enero, por la tarde, sonaba en el teléfono de mi madre la canción Wake Me Up When September Ends. El tono de llamada. Sonreí, pues esa canción me encantaba.
Mi madre cogió el móvil y se fue a la habitación a hablar. Al volver, todos preguntamos: "¿Quién era?"
-Era Leo, mi hermano- dijo ella con cierto acento de tristeza-. Dice que la abuela se ha caído y se la han llevado al hospital.
La sonrisa se borró de mi rostro como el trazo suave de un lápiz en papel se borra con la caricia de una goma. Eso sonaba muy mal. No supe qué decir.
-Te llevo al hospital, ¿no?- preguntó mi padre, recogiendo el abrigo y las cosas del coche.
-Sí, vámonos.
Y se fueron.
El 6 de Enero, el día de Reyes, mi padre me recogió de Móstoles, donde pasé la noche anterior, y fuimos a recoger a mi madre al hospital. Al principio fue mi padre solo a por mi madre, pero luego llamó mi madre y me preguntó si quería ver a mi abuela, aunque fuera por última vez, para despedirme.
Y yo fui. Me armé de valor, reprimiendo cada lágrima que amenazaba con recorrer mi rostro, y subí.
Allí estaba ella, tendida en una cama de hospital, inconsciente... Con un montón de cables por aquí y por allá. Allí estaba mi abuela, la que me había querido tanto. La única a la que he conocido. Allí estaba la persona que, hace unos años, estaba sentada en la silla de mi hermano, viendo pasar el tiempo, viuda, esperando poder hacer algo con sus nietos.
Jamás pensé que sería la última vez que la vería. Al menos viva. Siempre me cupo una pequeña chispa de esperanza de que se recuperara y... de que volviera a la residencia donde vivió apenas tres años.
Por si acaso, me despedí de ella con un beso en el brazo, ya que a su rostro no llegaba por las barandillas de la cama. Y nos fuimos de ahí, yo con una lágrima en la mejilla, y otra asomando por mi lacrimal.
Hoy, 16 de Enero, por fin ha terminado todo. Ella ya no sufre. Ahora nosotros sufrimos por ella, porque se ha ido, y ya no va a volver. Ya no volverá a sonreír, ni a mirarme preguntándose por dentro "¿Quién es esta chica?" Ya que, desde hace un tiempo, ni me reconocía.
Ya no volveré a escuchar su voz esos fines de semana en Ciempozuelos, después de comer, sobre las 7, diciendo que se quería ir ya a la residencia, que llegaba tarde a cenar... Ya no volveré a oír su dificultada respiración... Ya no volveré a ver como le temblaba cada músculo de su cuerpo, marchitándose. Ya no volveré a ir a esa residencia que tanto odiaba, y, a la vez, tanta pena me daba por todas aquellas personas que tan solo se dedicaban a ver pasar el final de sus vidas.
Ahora tan sólo espero que esté en un lugar mejor. Sea cual sea. De la religión que proceda. Sea oscuridad, sea silencio, eternidad... Me da igual, siempre que ya no sufra.

lunes, 4 de junio de 2012

Ojalá estuvieras aquí.

Este día lo empecé pensando en ti, en todas y cada una de las cosas que hacen que mi vida tenga sentido. Y me he dado cuenta de que en realidad no lo tiene, por muchas cosas y personas como tú que haya en ella (algo, por cierto, imposible, pues no hay nadie en el mundo comparable a ti). Mi vida no tiene sentido porque las personas y cosas que hacen que parezca lo contrario son tan jodidamente efímeras que hasta parecen irreales.
No distingo entre realidad y sueños, porque ya no sé si los sueños son representaciones de una realidad que aún no conozco, o son simplemente eso, sueños.
Y toda esa inmensa y profunda reflexión me ha metido en cuerpo y mente un malestar que ni siquiera un vomitivo té ardiendo podría hacer que se me pase.
En el peor momento de lo que llevo de vida, en el mayor dilema que he tenido nunca, en el más complicado conflicto conmigo misma, no estás tú a mi lado. Un abrazo, un beso, una caricia, una mirada de complicidad, una sonrisa, una broma... Cualquier detalle que provenga de ti podría hacer alzarme de nuevo sobre mis alas y volar más allá del infinito azul del cielo.
Pero no estás. Y por mucho que grite tu nombre o arañe las paredes de tal desesperación que en mi interior habita, no contestas, no respondes, no apareces.
Y cuanto menos apareces, más te necesito.
Ojalá estuvieras aquí, porque este, y cualquier otro té, me sabe a mierda sin ti.