lunes, 31 de marzo de 2014

Salíamos del bar aquella noche tras horas y horas de diversión ilimitada que nuestra relación necesitaba, cuando de pronto se nos acercaron unos tipos con pintas bastante alarmantes. Uno de ellos, el más bajito, preguntó pacíficamente si alguno teníamos fuego, pero para cuando iba a contestar que no sin dubitar, el más alto se adelantó con una navaja en la mano derecha y me la puso en el cuello.
Mientras, Saia miraba horrorizada, en estado de shock. Intenté gritarle como pude que corriera sin parar hasta donde creyera estar a salvo y allí llamar a la policía, pero algo en su interior se consumía y una llama cegadora de dolor combinado con odio la hizo volver en sí para a continuación arremeter contra el tipo que había hecho la pregunta. Primero una patada inesperada en los huevos que le dejó k.o. en el suelo, y luego lo remató con otra igual en el estómago.
Mi agresor, completamente anonadado, intentó reaccionar rápido ante el instinto protector de Saia que por desgracia superó, recibiendo ella un profundo navajazo a un lado del estómago.
¡NO! Grité como un energúmeno. Aquella chica a la que había besado confundido unas horas antes se había sacrificado por mí, había dado la cara ante un peligro que aparentemente la superaba y había sufrido las consecuencias. Antes de acudir en su ayuda recogí un pequeño objeto consistente tirado en el suelo y salté hacia el navajero atizándole un buen golpe en su cabeza hueca y dejándolo en el mismo estado que a su cómplice.
Después de asumir durante unos segundos la situación, corrí a la vera de Saia para valorar la gravedad de la herida mientras sacaba el móvil del bolsillo. 112.
Sangre, mucha sangre recorriendo su perfecto cuerpo, dolor reflejado en su hermoso rostro.
Tanto amor inmerso en su humilde corazón.
Y yo dudando si realmente me quería.

1 comentario:

  1. Muy bueno aunque el nombre de la protagonista se aleja bastante de una historia puramente realista.

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