A veces nos vemos tentados a buscar
respuestas donde sólo hay preguntas. O bien encontramos respuestas abstractas a
preguntas muy concretas, lo cual es como no encontrar nada.
Sin embargo, otras veces,
inintencionadamente y bajo ninguna expectativa, en el lugar más insospechado para
ello y, no obstante, en el momento oportuno, aparecen ante nuestros ojos el
porqué y el para qué: emociones.
Tarde o temprano, a partir de ese momento
emprendemos un viaje único y palpitante en busca de las emociones perdidas.
...
Durante toda mi vida he recibido multitud de
señales que me han llevado a concluir que nuestra vida es algo similar al
proceso de metamorfosis de los insectos. Y digo algo similar porque los gusanos
sólo la sufren una vez, convirtiéndose en hermosas mariposas para mantenerse
así hasta los últimos días de sus vidas. Sin embargo, en nosotros los humanos
la metamorfosis es un proceso bastante más largo, tanto o casi como la vida de
cada uno. En él, los cambios no son tan bruscos y se dividen en varias fases,
varias rachas, imprevisibles, impredecibles, diferentes en cada humano, en cada
vida.
Es por esto que me permito hacer una pequeña
división social en función de la fase metamórfica en la que estén. El nivel
ínfimo sería el de gusano, poco desarrollado, con las mínimas capacidades y con
mucho por avanzar y aprender por delante.
Siguiente nivel, el intermedio: el capullo.
En el sentido zoológico de la palabra, no en el peyorativo. Se podría identificar
con la fase de transición, de cambio de un nivel inferior a uno superior.
Aplicado a la vida humana, es ese período en el que te formas, aprendes, y
avanzas.
El último nivel, pero no por ello menos
importante, es, por fin, el de la mariposa. El nivel supremo. Las ideas
ordenadas, las lecciones aprendidas, los pasos completados, la meta alcanzada.
Sólo queda disfrutar de esa fase.
Como ya he mencionado antes, en los humanos
no hay una sola metamorfosis, hay una tras otra, de diversas longitudes e
intensidades. La vida humana es, en realidad, toda una etapa en continua
metamorfosis. Por lo tanto, y en consecuencia, nuestra vida es un constante
cambio, avance y aprendizaje, me atrevería a decir que sin descanso. Al menos
así debería ser.
Como colofón de este breve prólogo, debo
añadir que en un sabio libro leí una vez que había cuatro cosas en el mundo que
daban suerte: los tréboles de cuatro hojas, las mariquitas, las lagartijas y
las mariposas.
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